lunes, 18 de agosto de 2008

Dia 10: Islas Príncipe

Introducción

Como prometido, este es un capítulo XL del blog - esperamos nos aburriros con tanta cosa isleña...

Y antes de comenzar, un poquito de historia.

Las Islas Príncipe (Kızıl Adalar, en turco (aunque de hecho los turcos se refieren a ellas como "Adalar" a secas - Adalar significa Islas) están a unos 20 kms al sureste de Estambul, en el mar de Mármara enfrente de la costa asiática.

En total son 9 islas, el ferry de/a Estambul cubre sólo 4 de ellas, y de éstas, Heybeliada y Büyükada (la Isla Grande), son las más concurridas -y grandes.

En tiempos de Bizancio, monarcas depuestos y príncipes problemáticos eran internados en las islas - de aquí el nombre actual.

A mediados del siglo 19 se convirtieron en un destino de vacaciones popular entre las comunidades griegas, judías y armenias de Estambul. Muchas de las casas fueron construídas en esta época por los mercaderes más ricos. Aún hay una considerable población armenia y judía, y algunos griegos, pero en la actualidad la mayoría de la población es turca.


Un día en las Islas: el viaje.

Rosa dijo hace unos días: "no penso pujar mai a cap d'aquests vaixells" (N.de T. : "No pienso subir nunca a uno de esos botes".
Se refería a un bote herméticamente cerrado, con aspecto de catamarán rápido.
A ella se le dan muy bien los pasillos exteriores, así puede sacar a relucir el espléndido zoom 70-300mm de su cámara.

En fin, ése fue el bote que nos tocó para ir a las Islas.

Sale de Kabataş (la terminal de ferry más cercana a casa) o sea que tuvimos que madrugar para estar en el puerto a las 10:30. Por suerte nos equivocamos de hora, y llegamos antes de la salida real, lo que nos dió tiempo de terminar de despertarnos tomando un çay a la fresca de nuestro bar preferido junto al espigón de la terminal (bueno, en realidad fue agua, y al calor)

El botecito en sí tiene aspecto interior de avión. Y lo más, pero más importante, es que tiene aire acondicionado.



La parte negativa es que se mueve como una coctelera con la más mínima olita. Y como el Bósforo está llena de olitas de los cientos de barcos, se movía. Bastante.

Por suerte, paró unos momentos para que poder hacer una foto de Rosa sonriente, como si el barco estuviese sobre cemento.



O pensándolo mejor, en vez de sonrisa tal vez fuese una mueca de pánico. No se sabe.

La cuestión es que el bicho este se mueve rápido - comparado con el ferry "lechero" al que nos hemos acostumbrado.
Lo bueno de moverse rápido es que ahí sí ignora cualquier ola, con lo cual fue un viaje muy placentero.

Tardamos aproximadamente 40 minutos en llegar a Heybeli, la primera parada (aunque el mismo bote en otros horarios para también en Kinali y Burgaz)

Decidimos bajarnos y explorar un poco.

Heybeli

A primera vista, la sensación fue "bueno, damos una vuelta, el próximo ferry pasa en media hora".
Es que hacía calor, justo enfrente de la terminal había un montón de restaurantes y bares vacios, y no había casi gente por el paseo marítimo (eran las 11:30 de un lunes). Nos dió la impresión que durante un fin de semana debe estar lleno tipo Lloret de Mar o Mar del Plata en Enero.



Nos adentramos por la calle que comienza justo en la terminal con curiosidad y trepidación. Lo primero que nos encontramos es que no hay coches.

Los medios de transportes per excellence son el carro tirado por caballos y las bicicletas.



Seguimos caminando sin rumbo fijo, y los conductores de los carros comenzaron a mirarnos y gritar "Taksi! Taksi!". Nos llevó un par de minutos entender que en realidad ellos son los taxis en la isla..

Pero como la idea era explorar y disfrutar del agradable solcito y los tibios 35 grados a la sombra, preferimos seguir a pie.

A medida que avanzamos, nuestra primera impresión fue cambiando rápidamente. Nos encontramos con un pueblico muy plácido, placentero, muy arbolado y pintoresco.

Como comentamos en la introducción, la construcción original data del siglo pasado y como es típico en estas zonas, el material preferido es la madera (aunque hay muchas casas de ladrillo, y muchas muy modernas)



En general la construcción es de pueblo, pero también se ven de tanto en tanto casonas impresionantes, como la que se ven en las dos siguientes fotos.






A medida que avanzábamos, había menos gente por las calles, pero aún veíamos carros-taxi o, por ejemplo, el repartidor de agua, que con su carro y las casas de madera de fondo daban la sensación de que el tiempo se había suspendido en esta isla.




Andando andando, subimos una colina, la volvimos a bajar, descubrimos anchas veredas muy arboladas, niños jugando en la calle, y mujeres en bañador caminando con sombrillas muy determinadas.



Decidimos seguirlas, pensando que ellas tenían claro el camino a la playa.

En realidad iban a un club privado llamado "Green Beach" (que luego descubrimos tiene su propio botecito en la terminal de ferry). Este club tiene piscinas y una pequeñísima playa. La entrada vale 20YTL adultos y 10YTL niños con acceso completo para todo el día.

Es una buena opción, si bien no muy barata, para pasar un día remojándose. Es que en estas islas, las playas son casi inexistentes.

La tentación de un buen chapuzón fue muy grande, pero estábamos de paso. Y aún nos quedaba media isla por descubrir (aunque más no sea deshaciendo el camino de vuelta)

Y siguiendo nuestro camino, nos topamos con un pequeño cartelito que decía algo en turco y la palabra PLAJA, junto a una flecha.

Bingo.

Cruzando un bosque de pinos (que nos hizo pensar en cómo habría sido la Costa Brava antes de la fiebre de la construcción), dimos con un área de picnic, con las típicas mesas y bancos de madera



Desde el área de picnic, descubrimos un caminito colina (muy) abajo que terminaba en la susodicha plaja. Rosa, sin temor al sol ni calor, se fue en busca de esta fantástica foto mientras Andrea y Gaby descansaban a la sombra de los pinos.



El área de picnic descubierta no es sino el comienzo (o fin, mejor sea dicho) de un camino muy bonito a través del bosque de pinos mediterráneo



El camino acaba en el puerto pesquero, y 200 mts más adelante se encuentra la terminal de ferrys.

Recomendamos calurosamente una escapada a esta islita tan encantadora y tranquila (al menos, durante la semana - dicen que el fin de semana se llena)
Es una perfecta escapada del caos y bullicio de Estambul

Para aquellos que tengan la suerte de venir, la manera más rápida de llegar a esta zona de picnic es alquilar una bici (2 o 3 YTL la hora), y seguid el paseo marítimo hacia la derecha, pasando el puerto.

Sin darnos cuenta, se nos pasaron 2 horas y queríamos coger el ferry de las 13:15 a Büyükada.

Segunda parada: Büyükada - la Isla Grande
Ya desde el bote se ve la gran diferencia con Heybeli - esta isla es mucho más grande y poblada. De hecho, el edificio que más resalta el gran edificio del Splendid Ötel (Hotel Splendid), con sus domos tan llamativos en el techo (Heybeli tiene un hotelito encantador, pero muy pequeñito)



Al salir del bote nos encontramos con un gentío similar al de Estambul - pero en plan veraneo. Se puede decir que sentimos el agobio de un pueblo de la Costa Brava en verano.



Como nuestra prioridad era conseguir un lugar donde sentarnos y comer, seguimos el olor a pescado asado y, saliendo de la terminal, giramos a la izquierda pasando por un restaurante sobre la costa tras del otro.

Como es nuestra costumbre, seguimos hasta el final y buscamos uno (Lido Restaurant) que esté lleno de gente local y algo más tranquilo.

Tuvimos la enorme suerte de encontrar una mesa junto a la ventana - que a su vez estaba literalmente sobre el agua.



Ni bien sentarnos, vinieron dos camareros, uno cargando una enorme bandeja de meze, los entrantes tan típicos de esta zona.



Nos decantamos por pulpo (absolutamente exquisito y tierno), gambitas peladas (para la alegría infinita de Gaby), puré de berenjenas, paquetitos de arroz envuelto en hojas de col (fabuloso!), y trozos de mackerel, un pez parecido al atún.

De segundos, Andrea y Rosa comieron la dorada de rigor y Gaby optó por el sacrilegio de pedir un şiş kepab (pincho de cordero).

La comida se extendió tanto como la cuenta, pero valió la pena, tanto por la calidad de la comida (excelente) como por el tiempo a la sombra y al refrescante aire de mar.

Una vez repuestas, comenzamos la exploración de la isla. Siguiendo el mismo camino por el que llegamos al restaurant, nos topamos con un paseo con bares y más allá, una sección con un poco de césped y un par de escaleras al mar. En esta isla tampoco hay playas, pero la gente hace lo que puede y se las ingenia muy bien.

Como podéis observar en la siguiente foto -y como ya habíamos aclarado ayer- no todas las mujeres van cubiertas.



(aunque sí es curioso ver a las que sí usan hijab bañarse con ropa de calle, velo incluído)

Como la playa era lo que se ve en la foto, giramos hacia el interior de la isla y luego para la derecha, hacia el centro del pueblo.

Llegamos a la plaza Central, con su torre del Reloj.



En realidad, si en vez de girar a la izquierda al salir de la terminal, nos hubiésemos adentrado 100 mts hubiésemos visto esta plaza.

A la izquierda de la foto está el parquing de los carros (porque en esta isla tampoco hay coches).



Por 50YTL por carro se puede hacer un tour grande (todo alrededor de la isla), que dura unos 70-75 minutos.

Demás está decirlo, Andrea estaba encantada (aunque un poco triste al ver que sus amados caballitos no eran de tiro, y que muchos dejaban mucho que desear en su aspecto físico)

El camino comienza por una zona residencial con casas que nada envidiarles a Sitges o las zonas caras del norte del Gran Buenos Aires.



Para muestra, basta un botón:



O dos:



Al cabo de unos 30 minutos se llega a Luna Park, un parque en lo alto de una colina, en medio de un bosque de pinos, desde el cual hay una vista bastante fea:



Era broma. Es que decir que todo es bonito o espectacular cansa, jeje.

El viaje continuó con el bosque de pinos dejando paso a una vegetación de arbustos achaparrados. La segunda mitad del camino en realidad no valió la pena, porque es muy monótono y el último tramo pasa por la cara "oscura" de la isla -caballerizas, depósitos, lugares abandonados.

Y siendo ya las 18:3o, nos llegó la hora de arrastrarnos a casa - esta vez en un ferry lento (para en 4 islas) y a tope de gente.

Como se hace muy aburrido sacar fotos de atardeceres rojizos, con bolas de fuego enormes de color naranja, decidimos esta vez regalarles un contraluz.



Llegamos a las 20:30, reventadas del cansancio (además del calor, mucho sol y aire marino en pieles urbanitas muy blancas), pero muy contentas de un paseo tan diferente y encantador

Hasta mañana!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Chicas! después de este "gran viaje" vais a necesitar unos dias relajaditas en la camita, no???
Es increible el blog que estáis haciendo sobre todo la veracidad de lo descrito.
Un petó per totes i sus estimo!!!