Hemos tenido que retroceder hasta Madrid para luego coger el avión a Estambul. Un palo, pero mucho más económico, y con más disponibilidad de días - desde Barcelona sólo hay vuelos un par de días a la semana.
Al final cogimos un taxi hasta el apartamento, aunque de no haber sido porque el dueño del apartamento nos avisó que era muy difícil encontrarlo, hubiesemos cogido el bus Havaş que va hasta Taxim.
Y el dueño, Cenk, tenía razón... con GPS y copiloto, el taxista se perdió y hubo que llamarlo un par de veces.
Pero la ubicación del piso, muy cerca de la Plaza Taxim, valió la pena. Estamos en un barrio para nada turístico, tranquilo pero muy bien ubicado y comunicado.
El apartamento es precioso, el tamaño justo y tiene todas las comodidades necesarias.
Primeras impresiones:
- El viaje desde el aeropuerto hasta la ciudad es de lo más bonito que hemos visto - el camino va todo a lo largo del estrecho del Bósforo, y por la gran parte, hay un parque que va todo a lo largo de la costa, con árboles, hierba y flores. Muchísima gente disfrutando (y huyendo del calor de la megaurbe que es Estambul)
- El tránsito es infernal. Sólo por la gracia del profeta no hay más accidentes. De camino aquí, vimos 2. Y sólo en 40 minutos!
- Hay muchísimos gatos por todos lados
- Es el opuesto a Berlín: todo son cuestas o escaleras. Y muchas, muy empinadas
- El clima es igual al de Barcelona: caluroso, húmedo y muy soleado
- La gente es amable
- Muy poca gente habla inglés (y menos aún, español)
No nos ha dado tiempo de hacer mucho, entre el cansancio del viaje, y que tuvimos que ir a explorar el barrio en busca de un super donde comprar las cosas imprescindibles (agua, café, pan y leche)
Mañana saldremos a primera hora, rumbo a Ortaköy, donde dicen que tienen un mercado muy bonito al lado de la mesquita de este pueblo ribereño en las afueras de Estambul
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